miércoles, marzo 10, 2004

Si la lluvia pudiera tocarme



De pronto, abro los ojos, y estoy aquí en esta habitación llena de humedad, con la pintura que se cae a pedazos y ese techo de madera con manchas de goteras, sentada en el piso, comienzo a imaginar siluetas como las que se forman en las nubes, pero estas figuras están quietas, las puedo contar y recontar; siempre son las mismas.
Cambio de lugar para verlas diferentes y las vuelvo a contar, el tiempo pasa y esta habitación se hace cada vez mas vieja y triste. Hoy va a llover, y estoy adentro. No veo las nubes, pero las goteras volverán a sentirse vivas y esperan la lluvia con gusto. Las paredes se humedecerán aun más y la pintura pronto ya no estará.
Cierro los ojos y veo en la oscuridad la pared húmeda, la poca pintura desgastada y las goteras creciendo cada vez más y ese sonido que se clava en mi mente.
De pronto abro los ojos y la habitación es la misma. Yo soy la misma.
Pero el tiempo sigue corriendo y me asomo a la ventana, sí, así sentiré un poco el viento y escucharé ese ruido de afuera, bueno, uno de esos ruidos de afuera; son tantos y a veces tan fuertes. No, mejor cierro la ventana, esos ruidos fuertes de afuera casi me vuelven loca, y ese viento que me recuerda los días que caminé por la calle, muchos días caminé y caminé buscando ser libre, correr, gritar.
Nunca encontré la libertad, me senté a ver el cielo con sus nubes blancas llenas de figuras cambiando al capricho del viento, ese viento que de pronto me abrazaba y de pronto ya no estaba. Caminé de un lado a otro queriendo tocarlo… cuando comenzó a llover la lluvia empapó mi rostro como cuando lloraba de niña.
Me canse de buscar lo que nadie encuentra, siguió lloviendo, ya no me quiero mojar y ese maldito viento que me cala hasta los huesos y esas nubes negras sin figuras que contar.
Entro en la habitación para no mojarme, para no sentir el viento.
Cierro los ojos, esas nubes negras no las veré más.
Allí están las goteras haciéndose cada vez más, y llenando de humedad estas paredes.
Cuento y recuento las manchas en la madera del techo de esta habitación húmeda y es así como la descubro.
Descubro la libertad, que está ahí, tras la ventada, de donde vienen esos ruidos tan fuertes que te aturden y no te dejan verla.
Yo a veces tampoco la veo.
Pero a veces hay nubes negras, esas noches y días en que la lluvia no para.
Si, es cuando las goteras se sienten vivas. Yo escucho ese sonido que se clava en mi mente,
y no les puedo decir nada, sólo veo como esas gotas entran a esta habitación de donde nunca volverán a salir.
La habitación guarda la humedad, la pintura cae a pedazos.
Cierro los ojos mientras mi mente se inunda de esos sonidos de afuera y mi rostro se moja.
Como si la lluvia pudiera tocarme.